Entiendo la arquitectura como una mediación entre fuerzas variables: en ocasiones convergentes, en ocasiones divergentes. Por esta razón, se hacen imprescindibles el diálogo y el trabajo interdisciplinar como estrategias proyectuales concretas dentro de la praxis del arquitecto en el contexto contemporáneo.
En esta medida, es posible afirmar entonces que el proyecto arquitectónico no surge, sino que evoluciona. Se transforma de acuerdo con requerimientos técnicos y normativos; expectativas e imaginarios futuros; estética; constricciones económicas; sostenibilidad y adaptabilidad al cambio; localización geográfica y el criterio formado del proyectista.
La práctica deberá reflejar pues una respuesta abierta a una situación actual, más proyectándose a un futuro marcado por la indeterminación y la incertidumbre. Un futuro que contemple y promueva la responsabilidad ética frente a la transformación y el desarrollo de un nuevo mundo: Más justo, más sostenible, más humano.